La formación de las naciones modernas dio lugar a un largo debate que todavía no termina. Parte integral de este debate fue la emergencia de los nacionalismos y la formación de los llamados Estados nacionales.
Aunque muchos creen que éste fue un fenómeno propio del siglo XIX, lo cierto es que en Europa y algunas partes de Asia hubo Estados nacionales incipientes desde varios siglos antes.
Un buen ejemplo es el caso de España, unificada por los Reyes Católicos a finales del siglo XV, poco tiempo antes que Francisco I consolidara el poder de la monarquía en Francia y creara las bases para un Estado nacional, de la misma manera que lo hizo Enrique VIII en Inglaterra en la primera mitad del siglo XVI.
Abundan las historias que narran esos procesos, pero como las familias reales y las clases nobles exigían destacar su protagonismo dinástico en la explicación de los cambios políticos, muchas de esas narraciones quedaron oscurecidas por largas letanías genealógicas que impedían a sus autores ver al pueblo también como protagonista de la historia.
Esa tendencia de ver la historia solamente a través de las acciones de los gobernantes o de las llamadas clases superiores se perpetuó durante siglos y todavía encandila con sus chispazos literarios a muchos lectores y aficionados a la historia.